Medellín, 21 de enero
Y
DECIDÍ QUEDARME...
"La educación es el desarrollo en el hombre de toda la perfección de que su naturaleza es capaz"
Anónimo
La tarde estaba gris, y los
jóvenes se mostraban impacientes y ávidos de participar y divulgar su tarea. El
cuento el leñador y la bruja, hacia presencia en el encuentro y en los cuadernos
de los estudiantes. Éstos, resaltaban y se contoneaban con los bellos dibujos e
ilustraciones de aquella historia, no obstante, el maestro comenzó su cátedra
con el llamado a lista, claro; después de permitir que los estudiantes llegaran
se acomodaran y charlaran por un breve espacio de 10 minutos, mientras entraban
los que llegan tarde y se desatrasan de los pláticas de corrillo.
Esta pequeña lección no la
olvidaré, considero que es importante dejar hablar, dialogar o charlar a los
estudiantes y máxime cuando la mitad de la semana trae consigo pereza y
aburrición, es evidente entonces que el maestro logró su objetivo primordial
iniciar la clase de manera pertinente.
Después de llamar a lista, y
antes del leñador y la bruja, el maestro se propone presentarme ante los
estudiantes nuevamente a lo que los jóvenes responden de manera inmediata
“profesora, puede usted ayudarme con el cuento de el leñador y la bruja en el
nudo, no lo entiendo muy bien, no se desde donde tomar las ideas”. Sí claro,
como no, respondí rápidamente.
Creo que los nervios tenían
parte de mi cuerpo aprisionado, una parte quería gritar ¡yyyuuuppii! Mi primera
orientación a un estudiante. Mientras la
otra decía; “Vanessa, cálmate, explícale bien, no te sonrías mucho con ellos,
se pueden traspasar los límites, por qué preguntan algo que se les explico hace
ya rato uummm, qué le digo, cómo se lo digo para que entienda” en fin.
Cosas extremadamente raras pasaron rápidamente por mi mente, pero al final, considero haber
logrado el objetivo del día, solo con esa pequeña intervención, conquistar la esquiva adrenalina, la insoportable desesperación por
hacer las cosas bien y satisfacer las dudas de aquel divertido estudiante, es
en suma: un logro grandísimo que aún con el correr de los tiempos, nunca olvidaré.
Aquel día, le aclare las ideas
al joven, el cual la terminó de manera
ágil, sin embargo, me quedó el sinsabor de: por qué no pregunté: ¿quién más
necesita alguna orientación?, no sé por
qué no lo hice pero creo que al final me ganó el susto, perverso susto que no me deja actuar.
Más aún, otros estudiantes también
decidieron tomarse un ¡permiso!, que se les escuchaba raro para conmigo,
se me acercaban con dudas y muchas de
ellas inventadas, se notaba que era sólo por escuchar mi voz jocosa diciendo,
¡jóvenes uno a uno por favor uno a uno!, o para que el profesor les solucionara
alguna otra pregunta como: ¿profe puedo ir al baño?, y mientras el maestro me
miraba y me susurraba: son algo escandalosos, pero trabajan y a la larga son
juiciosos. Me imaginaba vagamente ¿qué significa realmente ser escandaloso y
juicioso en un aula de clases?
Y divagando por mis
pensamientos, me di cuenta que mientras los jóvenes realizaban la guía de
aprendizaje, el maestro aprovechó el tiempo para ponerme al tanto de algo que
hoy aún en los colegios es un reto y no se ha implementado de manera
permanente, aquello que decreta la ley 1732 del 1 de septiembre de 2014 la “Cátedra
de la paz”, no entraré en detalle, o dejaré a tu imaginación.
Sin embargo, el profesor me
propone que es necesario llevarla a cabo con actividades bien coordinadas, a lo
que le respondí, -Sí, estoy de acuerdo, debe ser algo bien divertido que
permita el intercambio de saberes y promueva el aprendizaje de valores como la
equidad, el respeto, la inclusión y creo que no mencionaré más, tú querido
lector sabrás cuales hacen parte de esta enorme lista.
Esa tarde transcurrió
tranquilamente, entre la hermosa mezcla
de los sonidos de los jóvenes: ¡profe revíseme a mí, a mí, no a mí! Y el quebrantador
quejido del perro negro que ronda el
colegio. Pero los ojos penetrantes de los estudiantes estaban allí, andaban escudriñando
y preguntando ¿Qué más vamos a hacer profe? Y de repente, se cuela el intrépido
sonido del timbre y no obstante: me
enamoré y decidí quedarme.
Vanessa Chavez